domingo, 2 de febrero de 2014

San Antonio Abad

Santo patrono contra la epilepsia, las enfermedades de la piel, la rubéola y las verrugas.
Fue Antonio un joven ermitaño que en el siglo III se asentó en el desierto de Tebas, al sur de Egipto, un lugar donde en tiempo de los faraones, se enterraba a los muertos en cuevas y cámaras funerarias. Una de estas la convirtió en su morada.
El demonio no pudo soportar que un joven recorra tan firmemente el camino de la virtud y decidió tentarlo una y otra vez. Así le hizo recordar a su pequeña hermana huérfana, a sus parientes más cercanos y a sus amigos. Como esto no surtiera efecto, lo tentó con visiones que mostraban la debilidad de la carne y demás placeres lujuriosos. Pero Antonio no cayó en la tentación y mantuvo firmemente su fe cristiana. El demonio insistió provocándole sucios pensamientos y el ermitaño los ahuyentó mediante la oración.
Cierta vez dormía Antonio en un sepulcro, cuando fue atacado por numerosos seres demoníacos que lo golpearon brutalmente, hasta dejarlo inconsciente. Cuando se recuperó, el demonio volvió a abalanzarse sobre él, convertido, esta vez, en un amasijo de horripilantes alimañas que lo mordieron y volvieron a golpear. El ermitaño rezó en voz alta a Dios y un resplandor, súbito y luminoso, ahuyentó al maligno.
Su fama creció a raíz de estos hechos y muy pronto se vio rodeado por numerosos discípulos, ávidos de lograr la salvación de sus almas. Así fue que Antonio pudo poblar el desierto de Tebas y fundar varios monasterios. A pesar de su humildad, en sus últimos años logró tal prestigio que hasta los emperadores le pedían consejo.
Murió a los ciento cinco años y el cerdo que muchas veces se le agrega a sus imágenes y estatuas, es una personificación del demonio que tantas veces pudo vencer.

SAN ANTONIO ABAD, RUEGA POR NOSOTROS.

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